22 dic 2008

La posibilidad de una isla.


Estoy por la mitad de una nota sobre el Plan Anticrisis (que no termina, parece) y, ahí nomás me cambio de Word para anotar una idea: la posibilidad, ya estructurada, en pensar cada medida generada por el gobierno nacional como parte de un análisis más completo, más profundo. Posibilidad que, la oposición, no sólo no se interesa por construir ni mostrar (porque mostrar sería el menemismo, el duhaldismo, el progresismo de De la Rúa, cosas así) ni tampoco lo considera tácticamente conveniente. Un célebre maestro del chamuyo como Luis Juez, suele ser el más claro referente de este vacío discursivo: ahora, obsesionado por apartarse de la crítica moralista y reaccionaria de Carrió, no para, jamás, de nombrar la importancia de tener propuestas para la salud, la educación, etcétera, propuestas que por cierto, nunca serán planteadas seriamente. Macrismo explícito.
Una excepción podría ser Binner, pero que, a pesar de los métodos republicanos –ponerle plata a los diarios porteños en solicitadas que, obviamente, nadie leerá- no logra instalarse en la agenda mediática. Últimamente viene presentando una serie de propuestas económicas, que si bien son más vagas que mi hermana para hacerme un mandado, buscan sí elaborar un programa alternativo. Y es un programa interesante, que retoma la mejor tradición del socialismo –la de Federico Pinedo como ministro de la Década Infame- y las actualiza –con ingredientes de Federico Pinedo –el jefe del bloque de diputados de Macri.
Pero, por lo menos, es algo. Que, incluso, tiene cierta coherencia con su gobierno en la provincia de Santa Fe.
Pero el problema para la oposición es que, cada vez más, de la crítica moralista (Carrió y en este grupo entran los formalistas: todos los idos del kirchnerismo)o de la crítica eficientista neoliberal (Macri) se pasa, cada vez más, a una crítica que es formalista pero que tiene un toque de procedimental, como campo interno de la oposición que gana terreno. Cada vez más, los radicales, con su experiencia tacticista, y su formalismo pragmático, van esbozando una crítica procedimental que inteligentemente entronca con la crítica moralista –porque el respeto a los procedimientos aseguraría honestidad y porque los blanquitos son buenos –y con la crítica eficientista del menemismo residual.
Esto último es más complejo, quizás, y es la hipótesis más frágil. Sin embargo, creo que el movimiento que permitiría la unidad entre procedimentalistas pragmáticos y los eficientistas es que ninguno postula que su ideología sea ideológica y que sea lo más importante. Para unos son las formas, para otros los procedimientos, para otros la moral, para otros, la eficacia. ¿Y quién va a poner, entonces, el programa y los candidatos? Los eficientistas.
¿O alguien cree que después de De La Rúa y Chacho Alvarez, que hacían menemismo sin Menem, este sector de la sociedad (el sector que acumula el prestigio, dicho se de paso) está en condiciones de encabezar algo?
Creo que, Binner, tendrá que esperar su turno. Y Macri, o Felipe Solá, o Lavagna (je) o Scioli o quien sea, tendrán que irse preparando.

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