Cada día, Hugo Chavez Frías, en Santiago, capital de Chile, en la casa de Pedro Godoy, se levantaba temprano. En el mismo horario de siempre, y antes de ser presidente de Venezuela, se lavaba a mano dos calzoncillos y dos camisas, temprano a la mañana las colgaba al sol, las dejaba secar y luego las usaba. Después, rumbo a Buenos Aires, seguía la misma rutina.
¿Qué revela esta anécdota?
Absoilutamente nada, claro.
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