Paraná, 20 de diciembre de 2008
Estimado Santo Don Claus
Su Despacho:
Siempre supe, desde muy chiquito, que usted prefiere los países del primer mundo, que su gordura y ropas pesadas le impedían a usted llegar hasta Paraná o Rosario, con semejante calor. Supe, además, al mirar un mapa que si usted, como mostraba la televisión, estaba haciendo feliz un chico malo que se hacía bueno de los Estados Unidos, un día antes de Navidad, nunca llegaría hasta mi casa en ese trineo tirado por perros. Pero aún si se tomase un avión –y ya de pequeño, la imagen no me cerraba- seguramente, con solo repartirle juguetes a los chicos de mi cuadra, si solamente tenía una bolsa, a mí nunca me llegaría nada. Además del inconveniente de vivir en una casa sin chimeneas. En fin, que siempre supe que usted no vendría a traerme naranja.
Sin embargo, la amargura de este niño al pensar que vos eras un viejo sorete, se aliviaba porque yo sabía que mi mamá y mi abuela me pondrían un regalo, después de hacernos salir al ejército de hermanitos a ver si llueve en la esquina. Obvio, las espiábamos desde enfrente, escondidos tras el árbol, y descubrimos enseguida la verdad. Eramos pendejos, pero no boludos, Claus.
Sabíamos, por deducciones lógicas, que vos, en fin, nunca vendrías.
Por eso decidí, desde pequeño, cuando tomé conciencia de esta grave situación, portarme mal durante todo el año. Pero te cuento esto solamente para que sepas que la mayoría de los niños del mundo, crecen y se adultan con bronca, que tu imagen no anda muy bien, digamos, en tres cuartas partes de la población pendeja del mundo, y que tu desprestigio es tan grande que, por ejemplo en mi país, los sindicatos no te creen nada y piden una asignación universal por hijo.
Nunca entendí porqué mi vieja y mi abuela intentaban salvarte las papas de tu desidia e ineficacia –ese vedetismo de sólo entregarles juguetes a los chicos que salían por televisión- mintiéndonos descaradamente. Ahora, que tengo 30 años, una bolsa como la tuya pero llena de manías y he vivido cosas que me gusta recordar y otras que preferiría olvidar, me dieron ganas de resolver un tema que me acosa desde la infancia. Podría haber ido a un psicoanalista, pero no lo hice, y ya es tarde. Prefiero, directamente, preguntarte a vos.
Espero que no te moleste la inquietud, ni lo tomes a mal. Dejo esta carta junto al arbolito por si algún día, viejo perezoso, pasás a recogerla. Y si podés, me contestás:
Estimado Santo Don Claus
Su Despacho:
Siempre supe, desde muy chiquito, que usted prefiere los países del primer mundo, que su gordura y ropas pesadas le impedían a usted llegar hasta Paraná o Rosario, con semejante calor. Supe, además, al mirar un mapa que si usted, como mostraba la televisión, estaba haciendo feliz un chico malo que se hacía bueno de los Estados Unidos, un día antes de Navidad, nunca llegaría hasta mi casa en ese trineo tirado por perros. Pero aún si se tomase un avión –y ya de pequeño, la imagen no me cerraba- seguramente, con solo repartirle juguetes a los chicos de mi cuadra, si solamente tenía una bolsa, a mí nunca me llegaría nada. Además del inconveniente de vivir en una casa sin chimeneas. En fin, que siempre supe que usted no vendría a traerme naranja.
Sin embargo, la amargura de este niño al pensar que vos eras un viejo sorete, se aliviaba porque yo sabía que mi mamá y mi abuela me pondrían un regalo, después de hacernos salir al ejército de hermanitos a ver si llueve en la esquina. Obvio, las espiábamos desde enfrente, escondidos tras el árbol, y descubrimos enseguida la verdad. Eramos pendejos, pero no boludos, Claus.
Sabíamos, por deducciones lógicas, que vos, en fin, nunca vendrías.
Por eso decidí, desde pequeño, cuando tomé conciencia de esta grave situación, portarme mal durante todo el año. Pero te cuento esto solamente para que sepas que la mayoría de los niños del mundo, crecen y se adultan con bronca, que tu imagen no anda muy bien, digamos, en tres cuartas partes de la población pendeja del mundo, y que tu desprestigio es tan grande que, por ejemplo en mi país, los sindicatos no te creen nada y piden una asignación universal por hijo.
Nunca entendí porqué mi vieja y mi abuela intentaban salvarte las papas de tu desidia e ineficacia –ese vedetismo de sólo entregarles juguetes a los chicos que salían por televisión- mintiéndonos descaradamente. Ahora, que tengo 30 años, una bolsa como la tuya pero llena de manías y he vivido cosas que me gusta recordar y otras que preferiría olvidar, me dieron ganas de resolver un tema que me acosa desde la infancia. Podría haber ido a un psicoanalista, pero no lo hice, y ya es tarde. Prefiero, directamente, preguntarte a vos.
Espero que no te moleste la inquietud, ni lo tomes a mal. Dejo esta carta junto al arbolito por si algún día, viejo perezoso, pasás a recogerla. Y si podés, me contestás:
¿Qué criterio usás para elegir que en estas navidades algunos chicos tengan un juguete y otros, la mayoría, nada?
¿Es que sos un derechista militante, o hay una lotería al nacer, o es por sorteo al nacer o qué?
Sin más, me despido atentamente.
5 comentarios:
Muy bueno Lucas. Viste que merece la pena leer tus cosas, a pesar de tus amiguitos que no me tienen paciencia.
César.
Derechista militante no creo, conosco izquierdistas que tampoco dan ni con un caño, eso es un desequilibrio que corresponde a la naturaleza humana creo humildemente, es por esto que estamos como estamos.
Genial el blog.
Por mi suba lo de San Martinista y pongalo al lado de la no sindicalización de santa
Me parece que el problema es que usté de niño no tomaba la bebida cola que hace felices a niños y a grandes. Ahí vive la magia de don Santa!!
Tienes razón Luquita, a ese viejo gordinflón, habría que regalarle un pico y una pala, el muy sorete trabaja un dia al año y no pasa del 10% de los repartos.
P.D.-Santa Claus, si alguna vez se queda usted sin trabajo, no se le acurra mandar curriculum aquí, porque se lo meteremos por donde amargan los pepinos.
Nunca aguante a ese tipo...y encima yanki, puaj.
Saludos y FELIZ NAVIDAD!!!...UOOOO, jejeje...
http://www.youtube.com/watch?v=clOCFKak1_c
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