El Pulpo Melancólico (gracias por la definición, Doncella) se levanta contra el mundo a las cuatro de la tarde. Siente que abandonar la cama es abandonar el útero. Siente, además, cosas más profundas, como un dolor de espaldas. Abre, entonces, un ojo, abre, también, otro ojo, trata de abrir un tercero, pero no tiene.
Desayuna un bife de zapato y un (1) tomate solitario en la heladera que no recuerda cómo fue a parar ahí.
Agarrándose la cabeza, orina, y piensa que la vida se le está llendo, también, por las alcantarillas. Piensa muchas cosas el Pulpo Melancólico porque, digamos, es un pensador. Piensa cómo llegó anoche, porqué ya era de mañana y cómo es que, bueno. En fin.
Me falta, a las cuatro y media de la tarde, todavía un pedazo de la noche de anoche. No sé dónde lo perdí. Ni qué pasó. Debería dormir hasta la semana que viene, pero los nervios, uf, son como lagartijas debajo de la piel. Debería tomar menos. Aguantar un poco.
Pero las lagartijas, las lagartijas.
Me miro la panza, apoyo ahí el mantel individual, el plato y también me queda espacio, en la panza, para abrir el diario La Nación y leer los obituarios. Soy un hombre asqueroso, bah, no sé. No sé si sigo siendo un hombre.
En fin.
Muy lindo todo le digo al espejo, pero hay que seguir viviendo. Vamos a ver si podemos hacer algo con las lagartijas, seguir adelante, hoy tengo que ver, por primera vez, a la doctora. Después tengo que irme hasta Concordia. Pero llego bien, tengo un colectivo a las ocho y media y la cita -mi única cita de los últimos meses- con la doctora a las siete, en la otra punta de Santa Fe pero qué importa, soy un muchacho optimista. Tú, mírate, tú puedes, dice en el espejo unas ojeras con cara.
Silbando una vieja canción de festilindo el Pulpo Melancólico se acerca torpe hasta la ventanilla. La terminal está llena de chicas rubias y borrachos durmiendo. Le tiembla el cuerpo al Pulpo Melancólico y un poco la voz cuando compra el pasaje. La chica que lo atiende sonríe, trata de infundarle optimismo. Le ve, dice, cara conocida.
El Pulpo Melancólico le dice algo, moviendo nervioso las manos. Tá, la chica lo saca. Sí, de ahí.
En dónde estás ahora. En nada, me dedico a otra cosa. Sí?. Sí. No sirvo para eso.
A mí me gustaba. A mí no, digo, seco.
Salgo de ahí soñando que podría haber sido más amable. La gente que se cocina en una cabina de una terminal gris, la chica ésta, puede creer que yo renuncio a una vida emocionante. La gente suele creer que la vida de los otros es emocionante. Yo sé que no, aunque debería guardarme para mí ese secreto. Compro un sánguche en un bar. Todas las mesas ocupadas, son parejas que se quieren, se miran, se recelan.
El Pulpo Melancólico suelta temblando la taza y se le cae y se le desparrama. Se disculpa torpe ante el mozo, sonríe tímido ante la pareja que se da vuelta para mirarlo. Se sacude la remera, paga y se va. Camina una avenida lamida por el sol, vacía, mientras sueña bruscos sueños eróticos: una botella fría de cerveza en una playa caribeña, una lengua lame la transpiración de la botella, un vodka con limón le sube por la entrepierna.
Mira, un poco estúpido, la dirección.
¿Existe una calle Amenábar, como mi amigo Natanael? Quizás le pusieron ese nombre porque los concejales se cagan de risa con el blog de él, pero no creo: la mayoría, acá en Santa Fe, está compuesta por radicales, que no entienden los chistes, o socialistas, que no saben reírse.
Toco el timbre, abre la puerta una rubia jovencita, muy bonita, con algo en la mirada. Tiene un delantal verde, una sonrisa tibia.
-vengo a ver a la doctora...
-Sí, pasá. Todavía no llegó. ¿A qué hora te dijo?
-A las siete.
-Bueno, sentate, esperala.
Se mete en su propio estudio la rubia, que seguro es dentista.
El Pulpo Melancólico la sigue con la mirada, los ojos la persiguen hasta que cierra la puerta. Cruza las piernas. Sueña con la rubia, el delantal verde todavía puesto, debajo de la luna. Sueña con un martini debajo de la luna. Amaga dormirse, descruza las piernas. Se pone nervioso. Se pone violento. Mira la hora, la desmira. La hora lo mira a él. Él le guiña el ojo. Se rasca una pierna. Se siente un estúpido. Mira la ventana, se queda al lado de la ventana. Ya no mira nada.
Las cosas de la vida, cómo llegué acá. Y la doctora no viene. Tiene el mismo apellido, según la placa de la puerta, que la odontóloga. ¿La hermana, la prima, la madre? Será igual, será jovencita, ponele que fuese una hermana melliza: ¿te ves, ante una pendeja, bonita y sensible, diciéndole, mientras cruzás las piernas, doctora (¿le dirías doctora, o la llamarías por el nombre?) si no bebo, a la noche, no puedo dormir, te ves ahí, valiente, machote, eh?
Me dan ganas de irme ya.
Me dan ganas de rajar, a otra cosa, fue un error, disculpen, eeeste, bah, ya estoy acá. Me siento y espero. Siete y cuarto.
La dentista pasa y le dice al Pulpo Melancólico: se ve re lindo, no? El Pulpo Melancólico amaga acomodarse la corbata, pero tiene una remera. Ah, y la dentista, que se fue pero se olvido el perfume, no le decía a él que él se veía lindo, sino al televisor con Los Simposon y unas rayitas grises como se ven los canales porno coficados.
El Pulpo Melancólico estaba mirando el televisor. Pero no veía nada. ¿Porqué en vez de esa risa mogólica no le constestaste algo amable, o mejor, algo ocurrente, algo que la haga darse vuelta y después pensar, qué chico interesante, porqué, boludo?
-Se ve lindo no?
-Eh? Ah, sí.
La dentista se va por una puerta y por esa puerta vuelve. Estás seguro que te dijo hoy. A ver si estás anotado. Cómo es tu nombre. Lucas Carrasco. No estás. Es una urgencia? No, estoy loco pero puedo esperar. La dentista no sabe si reírse, perdón, la dentista no sabe si se lo dije como chiste, convengamos (hoy en día hay que tener cuidado, señora: anda mucho loco suelto). Podría ser un loco peligroso, como los de los libros de Simenon. La dentista no sabe nada no le importa nada ni se acuerda que le dijiste eso así que dejá de especular loco de mierda.
Porque ella solamente viene los miércoles cuando es alguna urgencia seguro que lo tuyo no es una urgencia no no (así que los miércoles, la puta madre: ¿le pregunto o no?) es la primera vez que vengo hablé con una secretaria qué raro que no esté tu nombre acá cómo me dijiste que te llamabas Lucas Carrasco (pero la puta que los parió, Alejandro tiene razón: no existo, uh, pará, qué loco que estoy. ¿Dijo los miércoles? No se habrá confundido?) qué raro porque Juli la secretaria siempre anota a no ser que se haya olvidado pero no contesta en el celular no está bien me puedo haber confundido yo pasa que no no no tá llamo después (si le llego a preguntar, a ver, ensayemos: perdone, doctora, ¿qué día es hoy? no, si le pregunto eso va a pensar que estoy más chiflado que una paloma, que una paloma chiflada, se entiende, y va a creer que lo mío es una urgencia y me van a internar en un loquero y no salgo más nuuu máma salvame pequeña volvé Polémico mordelos a todos nuuuu) bueno muchas gracias yo llamo un gusto taluego.
En la calle el Pulpo Melancólico entiende que el secretario de dios de la oficina de calendarios le jugó una mala pasada, o hubo un error burocrático o algo pasó. O lo jodieron, sin más. Camina hasta la terminal, hasta la chica que se oxida en la cabina vendiendo boletos y soñando los viajes que otros hacen. Camina soñando su propio sueño: derechos del consumidor buenos días en qué puedo servirlo sí hola me llamo Pulpo Melancólico y creo que la semana me estafó y me metió de prepo un día de más quiero demandarlos tu...tu..tuuuuuuu. Basta.
Otra vez por acá sí pasa que no me voy por no te vas en serio te arrepentiste o pasó algo estás bien estás pálido te sentís bien te puedo devolver el setenta por ciento solamente del pasaje sí sí sí tá bueno chau.
Estoy en un ciber, lejos todavía de mi departamento. Vuelven las cosquillas de las largatijas, lentamente, trepando desde los pies hasta donde habite el alma. Estoy lejos de mi departamento y de mi orgullo y de mi dignidad. Mozo, una pregunta. ¿Qué día es hoy?
La puta que los parió, así que miércoles.
No es el conchudo jueves hoy. Mozo, no parece jueves? Perdón, cómo dijo. Nada.
Jueves. No, miércoles. Miércoles de mierda. Te llevaste mi inspiración. Si no tuviera esta panza, te correría hasta la esquina para cagarte a trompadas.
2 comentarios:
Masliah no lo podría haber contado mejor.
uopa, es demasiado, pero igual gracias.
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